27.4.20

Una Violeta... Gianni Rodari.


Una viola al Polo Nord - Favole al telefono


“Una mañana, el oso blanco del Polo Norte olfateó en el aire un olor insólito, y se lo hizo notar a la osa mayor (la menor era su hija):

- ¿Habrá llegado alguna expedición?
En cambio, fueron los ositos quienes encontraron la violeta. Era una pequeña violeta de color violeta y temblaba de frío, pero continuaba perfumando el aire valientemente porque era su deber.

(...) Antes de amanecer, la noticia se había difundido por todo el Polo: un pequeño y extraño ser perfumado, de color violeta, había aparecido en el desierto de hielo, se sostenía sobre una sola pierna y no se movía. Llegaron focas y morsas para ver la violeta. De Siberia llegaron los renos; de América, los almizcleros, y de más lejos todavía, zorras blancas, lobos y urracas marinas. Todos admiraban la flor desconocida, su tallo tembloroso; todos aspiraban su perfume, pero siempre quedaba el suficiente para los que llegaban los últimos a oler. Siempre quedaba el mismo que antes.

- Para despedir tanto perfume -dijo una foca-, debe de tener una reserva bajo el hielo.

- Eso es lo que yo dije en seguida -exclamó el oso blanco-; dije que había algo debajo.

No había sido eso exactamente lo que había dicho, pero ya nadie se acordaba de ello.

Una gaviota, que había sido mandada al Sur en busca de información, regresó con la noticia de que el pequeño ser perfumado se llamaba violeta y en algunos países de por allá abajo las había a millones.

- Sabemos lo mismo que antes -observó la foca-. ¿Cómo ha llegado hasta aquí precisamente esta violeta? Os diré lo que pienso: estoy bastante perpleja.

- ¿Cómo ha dicho que está? -preguntó el oso blanco a su mujer.

- Perpleja. Es decir, que no sabe a qué atenerse.

- Eso -exclamó el oso blanco-. exactamente, es lo que me sucede a mí. (...)”

(Una violeta en el Polo Norte. Gianni Rodari, ‘Cuentos por Teléfono’, 1962)



Favole al telefono - Ilustracion Maria Albarran


“Una mattina, al Polo Nord, l’orso bianco fiutò nell’aria un odore insolito e lo fece notare all’orsa maggiore (la minore era sua figlia):

- Che sia arrivata qualche spedizione?.
Furono invece gli orsacchiotti a trovare la viola. Era una piccola violetta mammola e tremava di freddo, ma continuava coraggiosamente a profumare l’aria, perchè quello era il suo dovere

(...) Prima di sera si sparse per tutto il Polo la notizia: un piccolo, strano essere profumato, di colore violetto, era apparso nel deserto di ghiaccio, si reggeva su una sola zampa e non si muoveva. A vedere la viola vennero foche e trichechi, vennero dalla Siberia le renne, dall’America i buoi muschiati, e più lontano anche volpi bianche, lupi e gazze marine. Tutti ammiravano il fiore sconosciuto, il suo stelo tremante, tutti aspiravano il suo profumo, ma ne restava sempre abbastanza per quelli che arrivavano ultimi ad annusare, ne restava sempre come prima.

- Per mandare tanto profumo”, disse una foca, “deve avere una riserva sotto il ghiaccio.

- Io l’avevo detto subito” -esclamò l’orso bianco- che c’era sotto qualcosa.

Non aveva detto proprio così, ma nessuno se ne ricordava.

Un gabbiano, spedito al Sud per raccogliere informazioni, tornò con la notizia che il piccolo essere profumato si chiamava viola e che in certi paesi, laggiù, ce n’erano milioni.

- Ne sappiamo quanto prima -osservò la foca-. Com’è che proprio questa viola è arrivata proprio qui? Vi dirò tutto il mio pensiero: mi sento alquanto perplessa.

- Come ha detto che si sente? -domandò l’orso bianco a sua moglie-.

- Perplessa. Cioè, non sa che pesci pigliare.

- Ecco -esclamò l’orso bianco- proprio quello che penso anch’io. (...)”

(Una viola al Polo Nord. Gianni Rodari, ‘Favole al telefono’, 1962)






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